Era el 23 de noviembre de 1533. Los conquistadores españoles, con Francisco Pizarro a la cabeza, estaban cerca de la ciudad del Cusco. De pronto sintieron agradables aromas que el viento arrastraba. Estos perfumes hicieron detener por algunas horas la marcha para disfrutar el aroma.
Se preguntaban de dónde venía el olor. El fraile dominico Vicente Valverde que viajaba junto al conquistador preguntó a los guías nativos. Uno de ellos respondió que estaban acercándose al Cusco imperial de los incas.
Al llegar a la ciudad vieron con asombro una imponente urbe rodeada por un hermoso valle de plantas nativas y bosques de cedro andino (atocc mallqui), un árbol sagrado para los incas que despedía aromas penetrantes. También vieron que la capital tenía tres ríos de aguas cristalinas que bajaban desde las montañas sagradas. Estos eran el Tullumayo, Saphy y Picchu.
Este pasaje de la historia de la conquista poco conocido fue recopilado por el antropólogo y arqueólogo Danilo Pallardel Moscoso, basado en las crónicas de fray Vicente Valverde y Pedro Sancho de la Hoz, un soldado que fue secretario de Pizarro.
El 23 de marzo de 1534, cinco meses después de su llegada, Francisco Pizarro funda el Cusco español. Se reparten las tierras incas y expulsan a los lugareños hacia el sur, donde ahora quedan los distritos de San Sebastián y San Jerónimo.
Los conocimientos ecológicos de los incas fueron dejados de lado para abrir paso a otra cultura con nuevas especies de animales domésticos y plantas de cultivo, quebrando el equilibrio agrícola y ecológico del incanato.
Los españoles talaron indiscriminadamente los atocc mallqui para construir sus casas y templos. También para satisfacer sus requerimientos de leña. El bosque aromático del Cusco fue destruido.
Mientras tanto, los tres ríos que habían sido canalizados con piedras diorita de color verde por los incas para mantener su estatus de sagrado se habían convertido en cloacas, depósitos de basura, muladares al aire libre.
Pasaron unos 500 años y la naturaleza se ensañó con el Cusco. El terremoto de 1950 destruyó gran parte del Centro Histórico. El afán de modernidad en la reconstrucción hizo que muchas calles incas fueran ampliadas. Los canales incas fueron reforzados y cubiertos mediante construcción en bóveda a unos seis metros de profundidad para evitar el hedor de las pestilentes aguas.
El Comercio pudo descender hace algunos días al río Saphy aprovechando que está en mantenimiento para conocer esta maravilla ahora subterránea de la ingeniería hidráulica inca. El impresionante canal se mantiene a través de los siglos con los colores verdes de las piedras y los sistemas de canales diseñados por los incas. Los trabajadores de la Municipalidad del Cusco solamente han parchado la base del cauce. Estos tres cauces subterráneos se juntan en la zona conocida como Pumacchupan (cola del puma) para formar el río Huatanay (amarrar) y desembocar en el Huilcamayo (río sagrado), hoy Vilcanota.
Pallardel también refiere que a fines de 1572 el virrey Francisco de Toledo llegaba al Cusco y le molestaba el mal olor que se sentía en el medio ambiente. Uno de los guías quiso satisfacer la curiosidad de la autoridad y le contó que estaban llegando al Cusco, pero ahora al Cusco español.
Fuente : El Comercio
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MARAVILLA HIDRÁULICA : Mantienen canales incas
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