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Miguel Mujica Gallo y el Museo del Oro del Peru

EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO
Miguel Mujica Gallo
Por: Héctor López M Historiador
Jueves 25 de Marzo del 2010

El 27 del presente Miguel Mujica Gallo, “Gaviota” para sus amigos, hubiera cumplido 100 años de edad. Desgraciadamente este incansable viajero emprendió la ruta sin retorno el 11 de agosto del 2001. Miguel Mujica fue un personaje señero en la Lima del siglo XX. Quienes lo conocimos y disfrutamos o supimos de su generosa amistad veíamos en él un hombre absolutamente singular, irrepetible. Yo pienso que dentro de su atlética anatomía, que los años iban desgastando, se encerraba el talante de un caballero a antigua usanza, un espíritu del siglo XIX, celoso de su honra, con gran valor físico y moral, fiel a sus certidumbres, fervoroso de los menesteres cinegéticos, mecenas deseoso de que su patria tuviera los museos que formó con verdadera pasión a lo largo de varias décadas.

Por Mujica era de ascendencia vasca y por Gallo, castellano de la provincia de Burgos. El primer Mujica de su familia llegó al Virreinato del Perú a fines del siglo XVIII como administrador de la Aduana de Paita, puerto de gran importancia desde siempre en nuestra historia. Miguel descendía también de Elías Mujica Trasmonte, que fue ministro de Guerra y Marina del presidente Andrés A. Cáceres.

Unidas la laboriosidad vasca con la proverbial austeridad burgalesa, ciudad abundosa de hidalgos, mercaderes y artesanos que tenían que sufrir los rigores de un clima gélido que describía el refrán: “En Burgos hay diez meses de invierno y dos de infierno”, los abuelos y, sobre todo, el padre de Miguel, don Manuel Mujica Carassa, llegó a poseer una de las fortunas más grandes del Perú, sustentada principalmente en haciendas, minas, negocios bancarios, etc.

Miguel poseía rentas cuantiosas que le permitieron practicar la afición que tuvo desde niño: la caza. De las palomas y tortolitas fue pasando a derribar venados, cóndores y zorros de nuestros Andes. Posteriormente participó en varios safaris en África cobrando piezas de caza mayor como elefantes, leones, hipopótamos, etc. En 1962, en la India, cazó a un sanguinario tigre de bengala cuyo tamaño constituyó un verdadero récord mundial en su especie. Miguel cazó en todos los continentes y era una verdadera enciclopedia en tan arriesgado deporte. En la década de los años cincuenta del pasado siglo su afición a las armas antiguas lo llevó a coleccionarlas. Las obtuvo de todas partes del mundo. Muchas de ellas de incalculable valor.

Estando en esos menesteres le ofrecieron en venta 300 piezas prehispánicas de oro. A Miguel le interesaba solo un tumi, que era un arma, pero terminó comprando todos los objetos y ese fue el inicio de la colección aurífera que ha deslumbrado y aún deslumbra a propios y extraños. Sobre estos museos se han editado en Alemania y Francia hermosos libros con prólogos de los historiadores Raúl Porras Barrenechea y Aurelio Miró Quesada Sosa.

Miguel Mujica Gallo fue un gran clubman y presidió el comité del tradicional Club Nacional en horas señeras, como el centenario de la institución en 1955, donde su generoso mecenazgo permitió una conmemoración inolvidable. Durante el gobierno de Velasco defendió al club que el dictador pretendía clausurar. Miguel Mujica fue nombrado presidente del Consejo de Ministros y ministro de Relaciones Exteriores del último Gabinete del primer gobierno de Fernando Belaunde Terry. Juró el día anterior al golpe militar.

Al conmemorarse el centenario de su nacimiento los museos Oro del Perú y Armas del Mundo, situados en Monterrico, Surco, que conserva la fundación que lleva su nombre, develará un busto del fundador de esos importantes repositorios histórico-artísticos. Quien rindiera culto al señorío y la amistad ya no está entre nosotros. Quedan su recuerdo, un rico anecdotario y dos museos que constituyeron el afán de su inolvidable existencia.


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