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Domingo
08

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Vivencias en la Escuela de Bellas Artes

    Me matriculé a los 14 años de edad, en las mañanas estudiaba dibujo y pintura y en las noches secundaria comercial. Era una forma de ganar tiempo, terminar mis estudios secundarios y también la enseñanza superior. La experiencia fue muy fuerte, pues la mayor parte del alumnado en ambos lados me superaba largamente en edad. En la Escuela la mayor parte tenía diez años más que yo. Así fue que conocí a Tilsa Tsuchiya, Alfredo González Basurco, Edmundo Pantoja, Williams Buendía, Alberto Tello, todos ellos fallecidos, así como a Alberto Guzmán, Eduardo Gutiérrez, Víctor Delfín y gente de mi edad, como Oswaldo Sagástegui, Jorge Bernuy, José Huerto Wong, Andrés Molina, de entre una pléyade de personas.

    La convivencia fue como la de todos los jóvenes. En esa época también había desacuerdos y problemas dispares entre los estudiantes y la conducción de la Escuela, como en todas partes, tal como ahora, con la diferencia que en la actualidad el problema es falta de nivel intelectual, porque nuestra lucha era exigencia de nivel técnico, se pedía y luchaba para que nos proporcionen más conocimiento y oficio.

    Miguel Baca Rossi enseñaba anatomía humana, modelando con arcilla todos los músculos sobre un esqueleto, que difería de la enseñanza de Francisco Abril de Vivero, que lo hacía dibujando con tizas de colores los músculos en los cuerpos de los modelos, el florentino Bruno Roselli, nos llevaba de las manos por todo el Mediterráneo, parecía un mago que nos invitaba a navegar por el Nilo, o por el Eufrates y el Tigres, o las sabias enseñanzas de Atilio Sivirichi, que nos henchía de emoción cuando nos relataba la Historia de la Cultura Peruana.

    En la Biblioteca tenían un buen equipo para escuchar música con varios altoparlantes exteriores desde los que se escuchaba música sinfónica. El ambiente era muy agradable. Los profesores tenían, por lo general, muy buen nivel intelectual, Encontrarse por los pasadizos con el Secretario General, don Julio Málaga Raygada, hijo de Julio Málaga Grenet, siempre era agradable, pues tenía un afable carácter y una formación intelectual que nos lo brindaba como si fuera un maestro más.

    Mis amigos son y seguirán siendo del mundo de las artes, no solo de las plásticas, sino también de la música, teatro, literatura, así como de la antropología, historia y arqueología. Naturalmente que los más allegados son los de las artes plásticas. De entre todos ellos con Víctor Delfín nos hemos visto durante muchos años, como cuando tenía su taller en la calle Lescano, primera cuadra del jirón Huancavelica, a donde llevé a Estela Soler, quien luego fue su mujer y con la que tiene una hija que se dedica al grabado. Recuerdo que una tarde tuvimos que juntar nuestros magros sencillos para compartir un plato de tacu tacu. Pasamos muchas aventuras intelectuales.

    Con los años cada uno hizo su camino, pero siempre nos veíamos. Una tarde me llamó por teléfono pues quería saber el significado de la palabra Machu Picchu, me dijo que había leído todo Lumbreras y que no encontró el significado de la palabra, le dije: “Cholo te equivocaste de libro, no se busca en Arqueología ni en Historia, sino en un Diccionario Quechua, Machu es viejo y Picchu pico, y Huayna significa joven, ya tienes el significado de las dos palabras”.

    Pasó algún tiempo y otra vez me llamó por teléfono para decirme: “Pato, tengo que hacer un monumento a la Capullana, que me puedes decir?”. Le dije: “Las Capullanas eran las mujeres de los Tallanes y la palabra Capullana no pertenece a ninguna de las lenguas que se hablaban en la costa norte, no es Muchik, ni Tallan, tampoco Sec, ni Colán y menos Quingan, es latín, que pasa a España vía Cataluña y de allí a Castilla. Lo que sucede es que los españoles al llegar a la costa norte observaron que las mujeres se cubrían la cabeza con una tela, y posiblemente tenían un tocado, por lo que la tela parecería una capucha, de allí el nombre”. A lo que siguió “Donde consigo una imagen”, le respondí “Don Jaime Martínez Compañón y Bufandas, Arzobispo del Arzobispado de Trujillo, amigo personal de Carlos II y Carlos III, en la época de la Iluminación en España, s.XVII, t.II”, “Y donde lo consigo”, prosiguió “Yo lo tengo Cholo, te lo presto”. Ese tomo lo había traído de España en mi más reciente viaje a donde fui por tercera vez, pero esta fue para realizar un trabajo de investigación que trató sobre “Influencia española en la indumentaria peruana”, beca que me concedió el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país.

    Pasaron los años y Víctor Delfín fue designado Presidente de la Comisión de Cultura en la época del Presidente Alejandro Toledo. También había organizado la APSAV, Asociación Peruana de Artistas Visuales, a la que me inscribí porque me invitó a hacerlo, fui uno de los miembros fundadores y de la que no había leído los estatutos. Al pasar el tiempo y cuando pedí a la Secretaria que me las enviara por e-mail, al pasar dos días del pedido, ella muy suelta de huesos me dijo que los había enviado, pero que los e-mails, algunas veces demoran (¿), creía que estaba hablando con una persona que no sabía manejar una computadora. La Gerente General de esa institución es Ylva Villavicencio, hermana de Carlos que es el secretario personal de Leslie Lee, ¿Será pura coincidencia que ambos hermanos estén en cargos de confianza?. Usted lector decida.

    Renuncié porque la institución de marras, cada vez que un artista plástico exponía, los medios de comunicación escritos, si ponían una foto de la obra, inmediatamente les cobraba una suma de dinero, por lo tanto los diarios y revistas, a partir de esos años nunca más volvieron a poner una ilustración de las exposiciones, cuando en verdad se trata de una promoción; renuncié con diez colegas más, entre los que se cuenta con Gerardo Chávez, Enrique Galdos Rivas y Oscar Allaín que los menciono por ser los más conocidos. La renuncia apareció en varios periódicos y fue el diario oficial El Peruano que le dio más importancia a la renuncia; a partir de ese acontecimiento la institución comenzó a decaer.

    Pasó el tiempo y un día llamé a Víctor, por teléfono para decirle lo mal que Leslie Lee estaba conduciendo la Escuela de Bellas Artes, la contestación de Víctor fue contundente, pues me dijo: “Tú eres un amigo traidor, pues has atentado contra la APSAV, que la he puesto con mi dinero”. No quiso escuchar lo que le quería comentar, pues él es el culpable de los problemas que están sucediendo en nuestra Alma Mater. A partir de esa conversación nunca más nos hemos vuelto a hablar.

    Supongo que con esa separación quien sale perdiendo es él, como saben las personas que me conocen la única ambición que tengo es el saber, esa es una de mis mas gratas diversiones, y aparte de eso tengo la formación de profesor, a mis alumnos siempre les digo, que yo no soy poseedor de las informaciones, sino que soy un depositario y que es por eso que me gusta trasmitirlos.

    Roberto Villegas

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