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La ignorancia no permite derrotar a la pobreza, asegura "Madre Covadonga"

    Por Miguel de la Vega, Lima, jul. 20 (ANDINA).-

    La religiosa católica María Estrella del Carmen Valcárcel Muñiz o “Madre Covadonga”, como todos la conocen en Ayacucho, se mostró satisfecha por su trabajo en el país y su candidatura a un premio internacional por su intensa labor social.

    Llegó a nuestras tierras en 1949 como educadora y se nacionalizó peruana en 1974; durante ese tiempo trabajó en Cañete, Puerto Maldonado, Cajamarca, Huacho, Piura. No tiene miedo, nunca lo tuvo, a pesar de que Sendero no la quería en Ayacucho, donde desplegó su vocación de ayuda que aún mantiene, tres décadas después, con la misma fuerza.

    Ahora, es candidata al Premio Príncipe de Asturias, tras ser postulada por la defensora del Pueblo ¿Cómo se siente?
    –Estoy muy contenta; si ganara ese premio podría hacer mucho por mi pueblo de Ayacucho, donde las misioneras vinimos a trabajar en la educación. A partir de los años ochenta nos pusimos al servicio de nuestro pueblo, a darle aliento, esperanza, ánimo, valor, para soportar todo aquello que supone cerca de 20 años de violencia.

    ¿Cómo sobrevivió a la etapa del terrorismo en Ayacucho?
    –Me sentí más misionera que nunca, porque acompañaba a un pueblo que sufre y que siempre ha sido despreciado. Para mí, es una alegría, pero también una gran preocupación ayudar a que este pueblo se sienta como una persona humana, que merece dignidad, respeto, y ser escuchado.

    ¿La situación social de Ayacucho ha mejorado en estos años?
    –No, no ha mejorado, por eso estamos pidiendo que la población ayacuchana sea escuchada, atendida en sus más mínimos derechos.

    ¿Cuál es la principal causa de la pobreza en las zonas andinas del país, en Ayacucho en este caso?
    –La ignorancia, el no respetarnos como personas. Es una peste que impide que nos miremos como hermanos, como buenos ayacuchanos, peruanos. Por eso, nuestro afán de sensibilizar, crear conciencia, orientar, meter hasta en el tuétano que somos humanos, y por lo tanto tiene que haber eso que se llama bondad, cariño, respeto. No nos miremos como enemigos sino como hermanos.

    ¿Los gobiernos locales y regionales están fomentando el desarrollo de los pueblos?, ¿qué hace falta?
    –En las autoridades hay muy buena voluntad, están unidas con el pueblo, pero falta que nos orienten más. Que asuman sus compromisos de autoridad, de políticos, que vean el bien de los demás antes que todo. Siempre hace falta alguien que nos dé luces para que esta buena voluntad no falle.

    ¿Cuál ha sido la mayor satisfacción vivida en nuestro país?
    –Es ser consciente de que se puede vivir como lo hizo Cristo en la Tierra. Lucho por conseguir ese título.

    Muchos protestan, otros ofrecen, ¿qué mensaje es válido en este momento?
    –Uno solo: emplear el tiempo para levantar y dar valor al Perú, para que cada peruano sea feliz. Y a las autoridades les pediría que sean justas, que se cosan los bolsillos y abran su corazón.

    ¿Qué la motivó a nacionalizarse peruana?
    –El cariño, el amor, la vocación que sentía desde niña. Creo que Dios quiso que viniera aquí. Fue por impulso del corazón.

    Cuando se le pregunta por qué decidió elegir a nuestro país como destino, la “Madre Covadonga” canta el vals ‘tengo el orgullo de ser peruana y soy feliz”, y ríe con intensidad.

    Ida y vuelta
    ¿Qué comida le gusta?
    –El chicharrón y el puca puca.

    ¿Y la música?
    –Me gusta mucho el huaino, aunque es triste, pero cuando cantamos le ponemos alegría. El vals también.

    ¿Qué admira del país?
    –Esta actitud tan noble de acoger, de dar la mano aunque sean pobres, también su fortaleza en el dolor y su sentido del humor.

    ¿Qué le alegra?
    –Que hoy día nuestra juventud tiene otras ilusiones, quieren un país de paz basado en la verdad y en la justicia.

    ¿Y qué le apena?
    –Que no exista una educación que nos forme desde niños y nos hagan entender que somos personas, hijos e imagen de Dios.

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